Quise poder mirarte
y convencerme internamente,
en el abismo en donde se encuentra mi mismísima y retorcida conciencia
de que todo era exactamente igual, de que nada había cambiado;
pero sólo me bastó un instante
para darme cuenta de que a veces,
las heridas jamás se curan...
de que a veces,
lo que pensamos difiere bastante de lo que sentimos...
de que aquello que está roto
difícilmente pueda arreglarse.
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